El arte del engaño

El presidente Andrés Manuel López Obrador no es un hombre interesado en el resultado de sus acciones, vive con fascinación de lo que ocurre en el camino. Organiza complejos juegos de mensajes cruzados y contradictorios que convierten a sus acciones en una casa de espejos.

Anclado en el simbolismo de los años dorados del PRI, el Presidente de la República va construyendo muy elaborados rompecabezas con temas que vuelve relevantes a fuerza de repetirlos una y otra vez desde la tribuna privilegiada que le dan las conferencias mañaneras.

Desde la campaña convirtió al avión presidencial en un icono de la corrupción de los gobiernos pasados. Una muestra fácil de entender de cómo se usaban los recursos públicos y los enfrentó a otro símbolo: la austeridad republicana.

Como si se tratara de jazz estilo libre, fue adaptando sus dichos para que siguieran cuadrando con ese mensaje inicial.

Hizo creer a amplios círculos de la población que se trataba de muchísimo dinero el que se había usado en una nave “que ni Obama tenía” cuando es una cantidad infinitesimal del presupuesto gubernamental.

Con bastante éxito logró que se pensara, al menos por las capas menos informadas de la sociedad, que sería el pueblo bueno quien corregiría esa afrenta y logró que algunos lo compararan con el recuerdo poético —en gran medida incentivado por los libros de texto gratuito—, con los actos populares luego de la expropiación petrolera.

Desde la campaña y hasta ahora mucho del mensaje en contra de la corrupción gira en torno al símbolo del avión presidencial. Sorprendentemente, hasta este momento sigue logrando que el tema esté en la boca de muchos a pesar de la gran cantidad de inconsistencias e imprecisiones.

Primero dijo que se rifaría el avión presidencial. Cuando se hizo evidente que no podría enajenar un bien que está en arrendamiento, optó por decir que sería la cantidad equivalente al costo de la aeronave y organizó una rifa para comprar equipos nuevos que “tendrán una plaquita que digan que fueron comprados por el pueblo”. Vender el mensaje de que sólo el pueblo sabio rescata al pueblo bueno. En estricto sentido, todas las compras que hace el gobierno son con dinero del pueblo. 

A poco más de 24 horas de la rifa, el primer mandatario dijo que se había cumplido la meta de venta porque ya se tenía para pagar los premios. Tácitamente, reconoció que habría pocos ingresos para comprar recursos médicos a pesar de que usó todo el poder del Estado para colocarlos, recurriendo incluso a actos que serán cuestionables por la Secretaría de la Función Pública.

La historia que se reescribirá con otras plumas a partir de 2025 tendrá capítulos como lo que realmente ocurrió en la cena con los empresarios y los supuestos compromisos de compra de boletos; la presión a servidores públicos para que presionaran lo mismo a subalternos que condicionaran a proveedores del gobierno. Será la nueva visión de los vencidos.

Más allá del resultado de la rifa y cómo lo vestirán de éxito desde el privilegiado espacio de la mañanera y el servilismo de muchos funcionarios públicos subyace el tema de fondo: no se ha vendido el avión presidencial.

 

 

 

POST SCRIPTUM

El renacimiento del nacionalismo, que se acentúa en diferentes regiones del mundo, y sus facetas proteccionistas no son privativas del presidente-candidato Donald Trump. Su contendiente demócrata, Joe Biden, ha tomado una actitud muy similar estableciendo que en caso de ganar tomará acciones de gobierno que permitan la repatriación de empresas y aumentar el consumo de productos locales. No es Donald Trump, es el mundo.

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