La política también empieza a fallar

La centralidad del poder político tiene doble filo. Quien toma las decisiones se vuelve superpoderoso, todo se hace o se mueve según su voluntad. El resto solo obedece. Pero ello exige que se cuente con una personalidad férrea y vigilante. La persona con este poder se vuelve esclavo de sí mismo y solo vive para salvaguardar su fuerza política.

Pero el poder unipersonal también es frágil y vulnerable, porque con facilidad se desconecta de la realidad. Se desatienden decisiones y no se delegan responsabilidades. Se cae en la ilusión de que la sola imagen del líder es suficiente para que todo marche bien. Pero no es así. Cuando los controles se relajan, todo se descompone con rapidez.

El Gobierno de México hoy está sufriendo la consecuencia de una excesiva centralización del poder político. El presidente acostumbró a su gabinete a obedecer, y nadie tiene iniciativa para enfrentar problema alguno. La economía está colapsada, los fallecimientos por la pandemia siguen aumentando y la inseguridad pública ya es inadmisible.

Es claro que el presidente no puede hacerlo todo por sí solo. Ya perdió el control sobre tres aspectos cruciales para el país, pero ahora también ha perdido el control sobre la política, que se supone es su principal habilidad. La política es una tarea muy importante para garantizar la gobernabilidad. Pero un presidente obsesionado con hacer de todo, lo está haciendo mal.

Lo ocurrido recientemente es ilustrativo. Sin justificación alguna, el presidente utiliza la mañanera para descalificar fuertemente a los medios de comunicación por haber cometido el “delito” de criticar su Gobierno. Ello derivó en la publicación de un desplegado firmado por 650 intelectuales, escritores y periodistas donde exigen respeto a la libertad de expresión.

Nuevamente, el presidente utilizó la tribuna matutina para desprestigiar a todos los firmantes. Sin duda, esto traerá sus consecuencias, pues se trata de personajes cuyas ideas tienen fuerte influencia en la vida pública del país. Por lo pronto, las giras del presidente son cada vez más conflictivas debido al creciente reclamo social que ahora enfrenta.

Otra falla es el descontrol sobre la dirigencia nacional de Morena. Se trata del partido oficial y el soporte político más importante del Gobierno. Pero en su interior prevalecen el caos y el conflicto. Existen 35 candidatos a la presidencia y 36 a la secretaría general. Hoy, Morena es una selva donde todos luchan contra todos, sin tregua y sin árbitro.

Pero lo último fue la absurda forma de impedir el plantón de Frena en el Zócalo. Miles y miles de policías antimotines fueron utilizados para evitar una manifestación ciudadana pacífica. No se actuó así cuando anarquistas y feministas, con martillos y pintura, causaron enormes destrozos en edificios y monumentos históricos. No cabe duda, la política ahora también le está fallando al presidente.

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