Lo niego todo, incluso la verdad. Si me cuentas mi vida,
lo niego todo. Sé lo que me conviene, he defraudado
a todos, empezando por mí.
Joaquín Sabina
Algunos se jactan de creer y hacernos creer que lo pequeño significa poco, pero tratándose de un daño no existen magnitudes, lo que importa es la intención de los responsables y, por supuesto, la gravedad que perciba la víctima. Y sí, todo lo pequeño puede tener terribles agravantes. El robo es robo de uno o de un millón, la violencia es violencia contra una o contra mil personas y la falsificación es falsificación con uno o con mil documentos.
Hacernos creer que lo pequeño no significa nada es falso y no pueden existir argumentos ni justificaciones que le cambien el significado real. El robo en pequeña escala o en gran escala es robo y la mentira en pequeña o gran escala también lo es.
Y sorprende que exista tanto conflicto en comprender que también las pequeñeces importan, tanto las buenas como las malas, porque de esas pequeñeces se construye un todo. Nuestra vida se percibe de pequeñeces vividas, de oportunidades, experiencias y decisiones que tomamos cada día, cada momento, cada hora, con sus minutos y sus pequeños segundos y sí, de esas pequeñeces puede depender nuestra vida, nuestra muerte, nuestro éxito o nuestro fracaso.
Créame, no se fie de quien le diga lo contrario. Las pequeñeces importan, los pequeños detalles importan, una palabra de aliento importa, un apoyo importa, una sonrisa importa y un pequeño llanto también. Las grandes riquezas en nuestra vida se componen de fragmentos y cada fragmento es una pequeñez, pero sin ellos nada sería posible. Incluso de una mal llamada pequeñez puede surgir la decepción, el abandono, la desidia y la pérdida. Con las pequeñeces no se juega porque puede ser que, en un universo de pequeñeces buenas, una mala lo empañe todo. Así es de sensible la pequeñez.
Pequeñez significa, según la Real Academia de la Lengua Española, cualidad de pequeño, infancia, cosa de poco momento, de leve importancia y también significa mezquindad, ruindad y bajeza de ánimo.
Prefiero pensar que lo que pretenden hacernos creer que es pequeño e insignificante cuando del mal se trata, no es su magnitud de tamaño ni de tiempo ni de importancia, sino de mezquindad, ruindad y bajeza. Porque lo malo es malo para uno y para todos y hay quienes no deberían de procurar un sólo mal porque sus títulos y sus licencias no se los permiten, porque de ellos depende la seguridad, la salud, la educación, la economía, el desarrollo y el bienestar de un pueblo, pueblo que se compone de seres humanos, de gente que vive y que espera seguirlo haciendo en las mejores condiciones posibles. Un pueblo que se compone de pequeñeces, gobernado por otras pequeñeces, pero que lejos, muy lejos están de significar la misma pequeñez.
No, el mal no es nunca una pequeñez medible, el mal es el mal y es degradación, infamia y vergüenza sin más justificaciones.
Por eso hoy lo invito a saber diferenciar unas pequeñeces de otras, el mal en cualquiera de sus formas no es una pequeñez, es una mezquindad. Mejor elija perseverar en las pequeñeces que hagan de su vida una gran vida, llena de pequeñas grandes elecciones, experiencias y momentos.
Recuerde siempre que, quien sabe lo que ha hecho si es perjudicial, intentará minimizarlo, o peor aún utilizarlo a su favor o simplemente negarlo todo… o como dice Sabina, lo niego todo, incluso la verdad. Como siempre usted elige.
¡Felices pequeñeces, felices vidas!
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