Ricardo Ortiz Esquivel
El estallido social que ha provocado la victoria de Alexandr Lukashenko en Bielorrusia demuestra que toda sociedad llega a un límite y a una concordancia entre ciertas personas para provocar movimientos democráticos opositores que incitan a rebelarse contra el gobierno que ha hecho despertar el enfado de todo un país.
No han cesado las manifestaciones en todo Bielorrusia desde el pasado 10 de agosto, pero el epicentro de este movimiento democrático se encuentra en Minsk.
Con las protestas subiendo de tono,
el régimen del presidente Lukashenko se quiere posicionar fuerte al reprimir, detener y golpear a cientos de personas que salen pacíficamente a ejercer un derecho que se está violado constantemente, pero eso mismo está demostrando que el régimen no es fuerte, sino que teme que el mismo pueblo bielorruso sea capaz de quitarlo de manera pacífica saliendo a las calles de manera continua.
Las protestas diarias registran no sólo cientos de civiles detenidos, sino también de reporteros de medios locales o extranjeros que sólo realizan su trabajo. A algunos los dejan ir y a otros los retienen por días, pero los que más están sufriendo la represión son los ciudadanos.
Por eso se ven las imágenes de policías antimotín (OMON) y fuerzas del orden en todas las protestas, porque se teme que, al tener miles de manifestantes en las calles, puedan llegar al Palacio de la Independencia (residencia del presidente Lukashenko) y también tomar edificios gubernamentales.
Las mujeres han sido una parte importante en las protestas, lo cual debe ser un ejemplo en todo el mundo.
Aunque las movilizaciones han provocado nerviosismo dentro del régimen, la realidad nos dice que Aleksandr no dejaría el poder sólo por tener presión por parte de la sociedad.
Un hombre que lleva en el poder desde 1994 no se tira tan fácil, y aunque haya aparecido nervioso en más de dos ocasiones con ametralladoras y un superfluo equipo de seguridad alrededor de su residencia durante las manifestaciones, sólo provoca que se atrinchere y quiera seguir en el poder sin pensar tan siquiera en “compartir” el poder con la oposición (promulgar una nueva constitución).
Rusia indirectamente lo apoya, pero es entendible que si la oposición bielorrusa ofrece lo mismo o aún más a Vladimir Putin, entonces Lukashenko se tendría que ir sin poder pensarlo.
Usted debe entender lo siguiente: Aleksander Lukashenko sigue hasta hoy gracias a Vladimir Putin.
La oposición, que es liderada por Sveltana Tijanósvkaya (excandidata presidencial), ya ha declarado que busca seguir las mismas relaciones con el gobierno de Rusia y lo seguiría considerando un aliado vital.
Analistas políticos rusos especulan que el final de Lukashenko vendría no tanto de las protestas en Bielorrusia, sino desde la residencia de Putin en Novo-Ogariovo, región de Moscú. Y es lógico lo que se demuestra porque en sí, el único gobierno que “indirectamente” apoya a Lukashenko es el de Putin.
A la sociedad bielorrusa le conviene seguir manifestándose y provocando el miedo a un gobierno que se encuentra débil, pero en ninguno de los casos llegar a pensar en provocar con violencia un escenario como el de Kiev (Maidán) en 2014. Las consecuencias serían fatales para la oposición y el movimiento democrático. Es ahí donde entrarían las reservas rusas (fuerzas especiales) que tanto le ha pedido Lukashenko a Putin.
Tijanósvkaya y la oposición son la única esperanza de la democracia bielorrusa, pero saben que no pueden hacerlo solas, sino que necesitan al Kremlin para quitar al último dictador de Europa.
Es la única salida.
* Graduado en la Universidad Estatal de Moscú Lomonosov. Bachelor en Relaciones Internacionales, Diplomacia y Procesos Globales.
0 Commentaires