No, definitivamente no estamos hablando de una posible espera por la vacuna.
Aunque puede ser parecida la angustia de un pitcher cuando un bateador “no te suelta” en un turno de esos peleados, al parecer interminable en la secuencia de lanzamientos.
Acaba de suceder en un juego primaveral, también llamados “de exhibición”, donde el velocista Jordan Hicks, de los gloriosos Cardenales de San Luis, nada más no daba con la solución ante una cuenta que comenzó con cero bolas y dos strikes. Una cosa es “perrear el turno”, pero Luis Guillorme (Mets de Nueva York) seguía viendo el cómo y no precisamente el “cuándo” durante un turno ante el relevo, donde comenzó con strike cantado, abanicando después, con una letanía posterior, para terminar en base por bolas. Guillorme se dio vuelo con 16 batazos de foul, para lograr ese “éxito sicológico” que es gorrear la primera almohadilla.
Esta proeza tiene un par de lecturas. La primera: sí es algo que en un juego oficial puede derrumbar mentalmente al lanzador si se le embasa ese osado ofensivo, sea por la vía que sea. El serpentinero es el que tiene más que perder si no se mantiene sereno, además del evidente cansancio en un turno el cual bien podrían ser hasta dos entradas relativamente rápidas de trabajo. La segunda óptica es el factor tiempo: ese invencible que corre con las manecillas ha sido un fuerte factor de discusiones entre modernistas y tradicionalistas, en este caso específico, por supuesto que siguen pensando en el búnker neoyorquino dentro de las oficinas centrales de las Grandes Ligas —tras bambalinas— aquello de que al tercer o cuarto foul (batazo o machucón) sea ponche.
Los amigos de la vieja guardia por supuesto que se erizaron al leer la posibilidad de esa implementación, pero es real. Recordemos la baja en ratings para todas las Ligas profesionales de gran nivel económico (major sports) aun con la pandemia, cuando se supone que la gente estaría más atenta a los juegos… no fue así y la perspectiva no es halagüeña si no se le da un valor agregado al espectáculo en lo visual y multimedia.
El beisbol se debate entre la historia —imposible pensar en juegos de siete entradas al día de hoy— y una modernidad donde puedas ver el juego con distintos “cool features”, como lo que apostó el canal infantil / juvenil Nickelodeon con la NFL, incluso bañando con su famoso componente verde a un entrenador al final del juego.
Por cierto, desde 1988 los conteos de picheos se volvieron oficiales y la marca en juego oficial para una aparición en el plato es de 21 pichadas para Brandon Belt (Gigantes) ante Jaime Barria (Angelinos) en 2018.
Si lo estaremos debatiendo, vale la pena preguntar: ¿se disfruta en una transmisión ver un turno de más de 10 pichadas o mejor rapidito y sin alegatos?
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